Atico De Biestegui. Le Corbusier (1930)
Estos son jardines abstractos, ajenos a la sugestión naturalista o a la analogía pictórica, donde la arquitectura se hace cargo de todos los efectos. En ellos Le Corbusier volvía a examinar los conceptos básicos de estancia, recorrido, visión y relación con la naturaleza. El jardín ahueca el volumen puro de la casa o la corona con formas más libres, que siguen siendo tectónicas.
Este es el caso del ático De Beistegui, situado en el número 136 de los Campos Elíseos (1930), donde un espacio cerrado, a cielo abierto, se convierte en un belvedere sobre París. El conjunto comprendía tres ambitos: uno en el piso inferior, una terraza que rodea el apartamento, con ornamentos topiarios; otro en cubierta, con dos niveles, cerrado por muros vegetales; y el tercero, que era el solárium. Al salir a la cubierta, un sendero de losas indicaba entre la hierba el recorrido con giros de 90°; a ras de suelo, unos lucernarios producían el efecto del agua en pequeños estanques; unas gradas subían al segundo nivel, con un ciprés situado a la izquierda. Los altos setos no dejaban ver la ciudad, pero los del fondo eran tres bastidores que podían correrse con un mecanismo eléctrico, mostrando selectivamente panoramas de la torre Eiffel, la catedral de Notre-Dame o la básilica del Sacre-Coeur. El ciprés señalaba un giro: junto a un cilindro de planta ovoide, una escalera accedía al solárium. Con suelo de césped y muros blancos hasta la altura de la vista; una chimenea de estilo Luis XV, adosada a uno de ellos, duplicaba la figura del Arco del Triunfo que asomaba por encima. Este juego de múltiple descontextualización era congruente con un espacio deslocalizado, suspendido en el aire, cuya fingida clausura rompía un periscopio, que proyectaba imágenes urbanas en una cámara oscura.
La arquitectura de los jardines: de la antigüedad hasta el siglo XX. Francesco Fariello (1967)
El jardín en la arquitectura del siglo XX. Darío Alvarez Alvarez (2007)